Desconozco la fecha y el autor del Ángelus, sólo sé que es
de origen franciscano. Esto que redacto es una muy personal y pobre reflexión del mismo.
El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra del Espíritu Santo.
Aquí comienza, con uno de los grandes misterios de nuestra
fe, uno de nuestros grandes dogmas. Y quienes lo rezamos, con un compromiso de amorosa lealtad, devoción y respeto por Dios.
Esta primera parte del Ángelus encierra toda una profundidad
que podría escribirse en varios tomos o interminables blogs para poder describirla y que quizá, en lo que a mí
respecta, me faltaría sabiduría para poder entenderla. Pero me basta mi fe para
creerla y venerarla.
Podría decir - osando resumir con esta gran carencia de
conocimiento que tengo – que es el momento en el que Dios decide encarnarse, ser criatura, para darnos a entender su gran amor, lo que de nosotros espera para después recibir lo que nos tiene reservado.
Dios decide revelar su plan, eligiendo a una mujer, hecha
por Él, llena de gracia. Es ella sinónimo y definición de pureza. Así Dios creó
a María. Pero de Ella es mérito esa inagotable fuente de santidad, de
dignidad, de compromiso, como hija de Dios, como hija de familia, como mujer,
como miembro de una sociedad. Mujer integra de moral, de cabal y leal
congruencia para con su religión. Y digo que de ella es mérito, porque así ella lo
construyó, en su libre y aun muy joven albedrío. Con el paso del tiempo, todas
estas flores distintivas de ella, madurarían en un madre de perenne belleza,
que la han llevado a ser - para nuestra gran fortuna y por la gracias de Dios - la Reina de México y Emperatriz de América.
Tanta grandeza con tanta pureza y desinhibida entrega a
Dios, sorprendió a San Gabriel Arcángel que lo primero que pronunció, cuando la
contemplo en su anunciación, fue ¡Llena eres de Gracia!
¡Que Mujer, por Madre, Dios nos ha dado!
He aquí a la esclava del Señor; hágase en mi según su palabra.
María recibe el mensaje de Dios. Le es comunicado el plan de
su encarnación. Le es planteada la propuesta, respetando la libertad de su
criatura elegida.
¡Una vez más la grandeza de María! Entendió el compromiso
que le fue ofrecido, llevar a Dios mismo en su vientre para después dar
luz a un niño, que será el redentor del mundo, al que deberá de cuidar, educar
y formar, siempre con el apoyo de su esposo José. María dijo si, le dio el si a la vida. Aceptó llevar consigo y formar al salvador del mundo. Aceptó un plan que no era de ella, aceptó ser
madre de un niño que no surge del amor de una pareja, sino de entrega total a
Dios. Fue un acto de amor de un Padre solicitando el apoyo de una hija, fue un
acto de amor y obediencia de una hija para con su padre, fue un acto de amor a
un niño que ella no pidió, fue un acto de amor para la humanidad, para su
salvación. Un acto de respeto a los derechos de una nueva criatura. Madurez
inigualable y santa mansedumbre en la libre jurisdicción y licencia de una
joven mujer.
Es tanto el purismo y la santidad de María, que Dios decidió
someter a su hijo amado a la potestad y libre albedrío de aquella jovencita.
Por su parte José, quizá no comprendió que sucedió en el momento de saber a
María embarazada; pero una vez que Dios le hizo entender, José sacó la casta,
ejerció su templanza y mostró ímpetu por su familia.
Fue una pareja de sencillez material, humildes, pero de
eterna pureza espiritual, que como buen matrimonio consagrado a Dios, fueron
rebosados en bendiciones. Es ahí donde Dios encontró la empatía y la
congruencia para llevar a cabo nuestra redención.
Ante esta reflexión, es una total desilusión y una gran
frustración tener que mirar la actualidad. Ahora la mujer hace nauseabundos
despliegues de bizarra inmadurez. Donde pueden dictar sentencia de
muerte a la vida que conciben cuando altera su estado de confort.
Jesús también vino al mundo para salvarnos del Diablo, no podríamos
hacerlo por nuestra cuenta. Cristo lo venció en la cruz y en la resurrección.
Pero ahora el Impío arremete con todo, truncando la vida. Es un resultado más que arroja
su plan subliminal de relativismo.
Es curioso, la caída de Adán y Eva parece
repetirse, y se repite en un mundo que se ha negado a creerlo. El demonio una
vez más ha seducido a la humanidad, convirtiendo su libertad en libertinaje que
manipula a la ciencia y a quienes la ejercen, obscureciendo su ética en el afán
de querer actuar como Dios, secularizando el conocimiento académico, en complicidad con la mujer grávida abortista.
Y el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.
Comienza entonces a gestarse nuestra redención; comienza al
mismo tiempo a cristalizarse la esencia y la base de lo que debe ser una buena
sociedad, la sagrada familia. Una familia compuesta por una madre comprometida
con la vida que lleva en su vientre, un marido comprometido en proveer a su
familia, ambos comprometidos con Dios, luego entonces, ambos bendecidos y
acorazados por Él mismo.
Es aquí, en la familia, donde no sólo se gestan niños, sino
que se gesta el futuro de una buena sociedad. Somos causa, efecto y
consecuencia de lo que sucede en la entidad, porque se moldea en casa desde la
niñez.
Nace entonces Jesús, al interior de una gruta, colocado sobre un pesebre, signo de humildad, de austeridad; desapegos que
nos forjan templanza y que nos permite concentrarnos en lo que debemos, para el
que somos y por quien somos; Dios.
Es en esa humildad en la que Dios encuentra coherencia, y
desea que en esa pertinencia, los demás lleguen a adorarle. Sin más que los
distraiga, sin más que los turbe porque sólo Él basta.
Jesús creció y puso en marcha su magisterio para después redimirnos de acuerdo a la voluntad de Dios.
En el corto
rezo del Ángelus debemos doblar las rodilla ante la anunciación,
una verdad de fe, del que su entendimiento es de Dios exclusivo, pero que es
verdad absoluta pues es un hecho de Él.
La moral humana va en picada por
nuestro propia decisión. Lo hechos de nuestra fe están escritos, siguen y
seguirán vigentes, marcan la pauta de nuestro camino en la vida y la forma en
que debemos de vivirla ¿Por qué entonces parece que no hemos capitalizado nada
de lo que se nos ha heredado? Nos urge corresponder conociendo los hechos, para construir familias y sociedades basadas en la sencillez, firmes en la fe y
cobijadas por Dios.
El Ángelus suele rezarse 3 veces al día, mañana, mediodía y
atardecer. Es una manera de consagrar el día entero a la Virgen Santísima.
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