viernes, 5 de agosto de 2011

…jamás lo separará el hombre.

Como soltero, esta es mi postura de lo que, como Católico, creo que es el matrimonio y el divorcio. Quizá para los que han crecido, en lo que se denomina, una familia disfuncional, es decir, donde hay una ruptura matrimonial y tiene como reacción la salida del hogar de alguno de los padres; el concepto de matrimonio podría convertirse en algo poco probable que suceda en sus vidas, evitando de ésta manera no repetir un patrón o la misma historia, claro, según las circunstancias en las que se haya dado el divorcio entre los padres. O por lo contrario, puede convertirse en la oportunidad de enmendar lo que alguno de los padres no lograron abarcar, buscando superar su experiencia personal para con los suyos.   
Los casos, las causas y las consecuencias pueden ser las que sean, pero lo que es indudable, justificable o no, es que el divorcio es un fracaso. Un fracaso que, una vez más, es emitido por nuestro libre albedrío. Ya que un divorcio, conforme se van dando los elementos detonantes, es pensado, deseado, premeditado, planeado y ejecutado por ambas partes.   
También hay matrimonios que viven situaciones verdaderamente disfuncionales, donde la relación o la interrelación entre los miembros de la familia es nula, violenta en sus diversas y extremas manifestaciones, conflictiva o indiferente. Distando totalmente de ser una familia nuclear, integrada. Una vez más este tipo de situaciones recaen en nuestro libre albedrío por no saber o no querer identificar los problemas a tiempo, por no marcar límites, definir posturas, responsabilidades, y en casos fuera de control, pedir ayuda a profesionales.
 
Considero que, para los Católicos, el matrimonio como sacramento que le da origen Dios mismo, define la manera de establecer una unión divina, que amparados, cubiertos, protegidos por la bendición de Dios, el matrimonio tiene como fin común, entre sus integrantes, perfeccionarse mutuamente en colaboración con Dios, como pilar del mismo. Unión inquebrantable, pues es Dios quien la une, no el hombre.
 
Esto no quiere decir que el matrimonio deba ser algo de ensueño, romántico toda la vida, de perfecta relación y pulcra armonía. El matrimonio, como en una empresa, debe ser algo en lo que se trabaje a diario, desempeñándonos de la mejor manera, renovando constantemente el matrimonio. Y renovando no me refiero a seguir las tendencias actuales del matrimonio, que ahora buscan la manera light de vivirlo, con el menor de los compromisos, con el recurso fácil de la separación, si éste deja de ser interesante para las parejas, la separación si el matrimonio atenta contra la libertad y el espacio personal del esposo o de la esposa ¿libertad o libertinaje? Renovación si, pero con Cristo, renovar constantemente el compromiso con Él y con la pareja, renovar constantemente la entrega del mismo a Dios para que en los momentos en los que los integrantes quieran claudicar encuentren renovados bríos para no cesar.
 
Cuando el matrimonio se lleva de manera Cristocéntrica, se vuelve un verdadero blindaje familiar. No hay racha o crisis financiera o de inseguridad que la toque. Si bien los bienes materiales no llegan a abundar, nunca faltarán, aún en la más aparente paupérrima situación. Manteniendo el navío anclado al cielo, no habrá tempestad ni tsunami del cual la embarcación pueda tener preocupación.
 
Los matrimonios no son como en los cuentos de hadas, si lo fueran, serían en exceso aburridos. No hay matrimonio que no tenga problemas, raro sería que no los tuvieran. En el matrimonio, como en cualquier relación, el problema no es tener problemas, sino la estúpida solución que podamos darle a esos problemas.  
 
A continuación cito un caso de divorcio, para plantear la osadía y peligro espiritual al que se puede llegar.
 
Un matrimonio joven con dos pequeños, al cabo de 15 años, se separa y dan inicio al divorcio. La razón, el marido se enreda con su secretaria, aún advertido por los amigos de trabajo de la mala reputación que la empleada tenía.
La separación comenzó con una llamada telefónica, uno de los pequeños contesta, saluda; era su padre, y él le pide que le comunique a su madre, ella toma la llamada, platican, mientras el niño observa como la cara de su madre se desencaja y rompe en llanto preguntándole al marido ¿Por qué? Cuelga y en llanto le dice a sus hijos que su padre se va porque tiene otra mujer. Dudo que el niño entendiera de que se trataba.
Por la tarde llegó el padre para recoger sus cosas, pero no llegó solo, acompañado de su madre, abuela de los niños, y de uno de sus hermanos. Era obvio que aquello no iba a ser sencillo, la madre se abalanzó sobre él para demandarle explicaciones, él no dijo nada, para eso llevo a la mamá, quien los separó. La victima entonces se dirige a la ex suegra y le pregunta ¿como puede permitir esa decisión del hijo? A lo cual contesto: ¡Discúlpame, es mi hijo y a mi hijo lo apoyo en lo que sea! Dejando helada a la mujer, a la esposa, a la madre. Quizá el pasado cuestionable, en la vida personal de aquella abuela, no le hacia entender la gravedad y así le resultaba normal solapar a su hijo en aquel momento. Además nunca se percataron que siempre estuvo ahí uno de los pequeños viendo y escuchando la situación.
Tiempo después vino sobrellevar el problema por parte de la ex esposa, los niños, lidiar con ello y el toma y daca entre los padres con los niños como heraldos. 

Pasaron los años, no sé sabe si por cargo de conciencia, por curiosidad o simplemente por limar asperezas, la abuela buscó acercamiento con la madre de sus nietos. Se llevo a cabo, porque la ex nuera siempre le guardo respeto por ser quien es. Parecía entonces que las cosas volvían a su cause, muy tarde pero mostrando madurez, ya que lo ocurrido solo les atañe a los padres. Pero resulto no ser así, al enterarse el ex esposo, en un despliegue épico y ponderado de inmadurez, exploto en ira, y como victima le exigió a su madre suspender aquel acercamiento con su ex mujer y si darle lugar a su actual esposa, la secretaria, de lo contrario no volvería a ver jamás a su hijo. La reacción de la senil mujer, con gallarda inmadurez disfrazada de temple y muy ad’hoc a los desplantes del hijo, fue la de solicitarle a su ex nuera, en una de sus visitas, que abandonara la casa, ya que por ser congruente con su hijo y con su amor de madre, no podía permitir que eso pusiera en riesgo su relación con el remedo de hombre parido por ella.
Esto fue entonces un segundo golpe bajo para esa fracturada familia, un segundo rechazo, un segundo estacazo por la espalda.  

Sobre este citado caso quiero hacer la siguiente reflexión, punto de vista de un Católico.  

La abuela, Católica ¿jamás pensó que la victima es, ante Dios, la esposa de su hijo y que eso no cambiará hasta que uno de los dos muera? 

Como madre y Católica ¿No debió advertir a su hijo del pecado en el que esta incurriendo?

Como abuela y Católica ¿No tenía que haber visto primero por sus nietos que por solapar a su hijo?  
Ella como anciana, en teoría más sabia, pero en lo facto todo lo contrario, si bien no debía interferir en el proceso de divorcio de su hijo, si como autoridad debió marcar sus límites y sus responsabilidades como Católico y por el compromiso inquebrantable con Dios y que él, por su libre e irresponsable albedrío, decidió dar por suspendido. Y que por una segunda ocasión decide dar apoyo a su hijo en tan cruel, inmadura y anticristiana decisión dando espalda a su ex nuera y por ende a sus nietos, porque los hijos ante situación tan remarcable, el deber de ellos es respaldar a su madre. 

¿Qué tan responsable, cómplice, es ante Dios, la anciana con su hijo?

Haber hecho eso con su propia familia y en dos ocasiones, es ofender doblemente a Dios, incluso quizá, incurriendo en peor pecado que el hijo. 

¿Qué les deparará a ambos, madre e hijo, ante Dios el día que mueran?

Considero que para el ex marido todo está escrito. Para la madre,  quizá ya con poco tiempo, aún podría reivindicarse, confesarse y salvarse. Porque como diría el Padre José Antonio Fortea, en su blog “El Blog del Padre Fortea” editorial del miércoles 27 de julio del presente año…que de Dios nadie se ríe, que con las cosas sagradas no se juega, que el mal requiere reparación.  

• Si tu lector eres casado, toma nota de lo que tu matrimonio representa.  

• Si tu lector eres casado y por tu cabeza pasa divorciarte, quizá esto te sea familiar, toma nota de lo mucho que pierdes y lo mucho que puedes rescatar.

• Si tu lector eres divorciado, quizá esto te sea familiar, toma nota de lo que te puede pasar y lo que debes evitar o enmendar.

• Si tu lector, mujer, te gusta tu jefe y es casado, toma nota y aléjate, haz la voluntad de Dios, no la tuya.  

Los matrimonios Católicos tienen una gran bendición de la cual sacar  interminables beneficios, estúpido es no hacer nada al respecto. Estúpido es creer que el matrimonio Civil, es matrimonio. Tal matrimonio civil es basura, es un conciliador y facilitador del rompimiento, juez y parte del desquebrajado estado actual de la sociedad, es un legado masón.  

El matrimonio Católico es la unión llevada a cabo por Dios, lo que hace Dios es sagrado, luego entonces, atentar contra el matrimonio es atentar contra Dios, es sacrilegio. 

He citado tan sólo un caso de los miles y de las mil variables que puede haber pero para todos ellos lo siguiente: Matrimonio con Dios ¿quien contra ellos?

Como lo mencioné al princio, tan sólo es mi postura. Los que me conocen, quizá, después de leer esto se pregunten ¿Por qué entonces no se ha casado? Que no lo haya hecho aún no significa que no lo vaya hacer. 
 
Vale la pena escuchar esta liga, que refuerza lo aquí explicado.
http://semillas.podomatic.com/entry/2011-10-11T07_50_38-07_00

2 comentarios:

  1. No se si sea la palabra correcta, pero condenado está también aquél que se "separá" por que "tuvo" que casarse solo para enmendar una situación embarazosa y lo sin amor obligado por la obediencia a los padres? En esos casos que pasa? es correcto que hubieran seguido juntos en un matrimonio que no puede dar calidad de vida a una criatura que ni la debe ni la teme?

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  2. No podría yo juzgar o emitir un juicio al respecto, pero mi opinión es la siguiente.

    El matrimonio, ante Dios, no debe ser nunca un mero trámite para cumplir con algunos o calmar a otros, lo comenté en la publicación: ...que de Dios nadie se ríe, que con las cosas sagradas no se juega, que el mal requiere reparación.

    Casarse por obediencia a los padres, es correcto, si el matrimonio es con la persona a la que se ama. Casarse por obediencia a los padres con el que ellos han decidido, suena a matrimonio de la edad media, matrimonios por intereses, entre monarquías, eso no es tomar en serio a Dios.

    Casarse por haber un embarazo que se a gestado fuera del matrimonio, creo que es correcto entre una pareja que se ama. Casarse por haber un embarazo gestado por una relación pasional de momento, podría ser un verdadero infierno para la criatura y para el matrimonio forzado. Creo que para esos casos no deberían casarse, pero si que el padre se resposabilice de su hijo y permita a la madre formar una familia con un buen matrimonio consagrado a Dios y él hacer lo mismo. Sin que exista un divorcio que manche permanentemente a los responsables con Dios.

    Lo mejor es que este tipo de dudas te las aclare un buen Sacerdote. Yo solamente expongo opiniones.

    Dtb.

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